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«Cuando estamos en nuestra casa somos anfitriones pero fuera somos embajadores de nuestra tierra»

Ignacio Echapresto | venta moncalvillo ·

El cocinero riojano recuerda para TVR cómo empezó junto a su familia su incursión en la gastronomía, como se ha llegado a Venta Moncalvillo y su estrella Michelin así como describe su ilusión y la de su hermano Carlos seguir evolucionando

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Logroño

Martes, 30 de noviembre 2021, 17:46

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El chef Ignacio Echapresto, con estrella Michelin en su restaurante Venta Moncalvillo en Daroca de Rioja, es desde hace unos días 'Embajador de La Rioja', título que le ha concedido el Gobierno de La Rioja, a través de la Consejería de Agricultura, Ganadería, Mundo Rural, Territorio y Población, y dentro de la campaña #productoriojano.

TVR ha querido comentar con Echapresto esta distinción en una entrevista en la que se muestra orgulloso y feliz de ello y en la que habla de las facetas por las que ha pasado su sueño, el restaurante que nació con su hermano y su madre.

«Siempre te gusta que te reconozcan tu trabajo, mucho más si esto viene de tu tierra. Hay un dicho que dice que nadie es profeta en su tierra, yo creo que los hermanos Echapresto sí somos profetas en ella, creo que se nos reconoce nuestro trabajo y que se nos gratifica muchas veces y siempre es muy bonito. No solo que te sientas embajador y hablo en plural porque nosotros cuando estamos en nuestra casa somos anfitriones, pero cuando estamos fuera somos embajadores de nuestra tierra. Que eso te lo valoren es muy bonito», comenta Ignacio.

El cocinero echa la mirada atrás y recuerda ese tiempo en el que arrancó el proyecto de Venta Moncalvillo. «Fueron tiempos muy duros, pero muy bonitos. Con muchas ganas, con poco conocimiento y con mucha hambre de comernos el mundo. Mi hermano Carlos y yo éramos unos chavales muy jóvenes y teníamos una vida por delante para llevar a cabo nuestro sueño, seguir viviendo en el pueblo en el que habíamos nacido a través de algo que era desconocido para nosotros, que era la gastronomía, la cocina. Nos líamos la manta a la cabeza, fruto de esa inconsciencia y ese atrevimiento que nos dio la juventud», detalla sobre cómo se sintieron en ese momento. «Lo que más recuerdo es la unión de la familia, de mis padres y de mis hermanos, de todos, en pro de llevar adelante un sueño de un negocio», asegura.

Cuestionado sobre los malos momentos considera «que no ha habido muchos», pero también apunta que se siente «una persona positiva que hace cribado» de esos instantes. «Buenos momentos, todos, cuando abres la puerta y el cliente se va satisfecho. Vivimos del vender placer, se marchan de nuestra casa y hablando bien de nosotros... y eso afortunadamente pasa todos los días», analiza sobre lo que les hace felices cada jornada.

Obviar el mérito de tener una estrella Michelin es imposible en esta conversación con TVR. «Fue un punto de inflexión importantísimo para un restaurante que nació de una manera muy humilde, una casa de comidas en la que hacíamos comida de diario vestida de fiesta y que 25 años después recuperamos en nuestra nueva casa en 'Cocina de Madre', que nació sin ninguna pretensión más que dar bien de comer a la gente como hacía en su casa mi madre», explica. «También fue un momento de aprendizaje porque no estábamos preparados para recibir una estrella Michelin, no sabíamos lo que acarreaba tenerla. El primer año fue de continuo aprendizaje, de pararnos mucho. Entendemos la gastronomía de otra manera a partir de ese noviembre del 2010».

Sobre la forma de llevar su profesión destaca el sacrificio y el esfuerzo y el hecho de renunciar a muchas cosas para conseguir otras. Los reconocimientos no tienen que ser un fin sino por el esfuerzo, esto es un carrera de fondo«. »Si hacemos las cosas con la ilusión con la que empezamos poco a poco iremos alcanzando nuevas metas«, asegura.

Acerca de cómo han cambiado las cosas el paso del tiempo considera que «aparentemente quizá no haya cambiado tanto». «Seguimos haciendo lo mismo, seguimos intrepretando esa cocina de pueblo como nosotros la entendemos hoy, con mucho más conocimiento de las técnicas, mucho más conceptualizada, mucho más depurada, más limpia... en esencia ees lo mismo que hacíamos 25 años pero con un filtro del conocimiento que hemos ido adquiriendo», reflexiona sobre la evolución.

«Cuando empezamos éramos tres, mi madre, mi hermano y yo, hoy somos veintitantos cocinando y sirviendo», eso sí ha cambiado. También lo ha hecho «el público, que entonces era solo local». «Ha cambiado el espacio porque hemos querido que sea más habitable», comenta.

«Venta Moncalvillo es un negocio con vida propia, es inconformista, va de la mano de Carlos y de la mía y nosotros no nos conformamos ni con lo que tenemos ni con lo que somos y es sano porque lo transmitimos a nuestro negocio», describe sobre el espíritu del restaurante. «Siempre será diferente pero con esa esencia de pueblo, de esa venta de al lado de la carretera en la que la única pretensión que teníamos era dar bien de comer».

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